Vivir sin jefe

Puedo decir que me sentí oficialmente investida como "emprendedora" cuando me dieron la bienvenida al Vivero de Empresas Puente de Vallecas de la Red de Viveros del Ayuntamiento de Madrid. Era el año 2009, plena crisis económica, y a mí no se me ocurrió mejor idea que dejar mi empleo indefinido por cuenta ajena para aventurarme en el mundo empresarial montando mi propio negocio.

Aquel día me regalaron un libro: "Vivir sin jefe", de Sergio Fernández López. Una frase que se convierte en un sueño que muchos acarician en su rutina diaria... ¿cómo sería vivir sin jefe?

Lo cierto es que hasta el momento siempre había tenido un jefe. Alguien que marcaba unas directrices con mayor o menor claridad, amabilidad, o incluso sentido. Alguien que corregía mi trabajo, con mayor o menor acierto o acuerdo por mi parte. Alguien quien, en definitiva, debía asumir responsabilidades.

Cuando abrí por primera vez la puerta de mi despacho, no había un jefe esperándome. Estaba sola. Quizá no completamente sola, porque los Viveros cuentan con un equipo que respalda y acompaña (más o menos) los primeros pasos de las empresas que allí se alojan, y además se cuenta con el apoyo del resto de emprendedores con los que comparte espacio y que están en la misma coyuntura que uno... pero, en el fondo y en la realidad, estás solo. Sin experiencia en esto de emprender, sin saber para dónde tirar, sin tener una guía, sin poder decirle a nadie arriba que esto no es tu trabajo, porque todo es tu trabajo. Sin la seguridad que da un jefe, con todo lo "malo" que pueda traer además.

Sin jefe y con empleados, como era mi caso. Ellos estaban justo en el lugar donde cómodamente yo me encontraba sólo unos meses atrás. Y eran ellos los que me hacían las preguntas, cuando yo no tenía apenas respuestas. Cuando algo iba mal, cuando había que tomar una decisión, cuando había que tomar las riendas. No hay nadie más, ahí está el emprendedor solo frente a su gran carga de responsabilidad y sin que nadie le diga cuál es la respuesta correcta.

Vivir sin jefe... es más duro de lo que muchos piensan. No es poner los pies en la mesa y recostarse en la silla sintiendo que eres el que manda. Es más bien trabajar 24 horas al día, en la más completa oscuridad.

Leyéndome uno se haría la idea de que me arrepiento de haber emprendido. Y en absoluto. Probablemente ha sido la experiencia profesional que más me ha enseñado, desde luego la que más intensamente me ha transformado. Y lo volvería a hacer una y mil veces. Todo el mundo debería experimentar lo que siente un emprendedor, su soledad y sus triunfos, su incertidumbre y su coraje, porque para ser emprendedor hay que estar un poco loco, hay que ser valiente y hay que mirar a los retos de frente.

Y para recordar aquellos maravillosos años, os dejo el vídeo de un reportaje que hizo La Sexta, en el que me invitaron a participar, en el que apenas me reconozco ni siquiera físicamente, pero que forma parte de mi historia personal, profesional y vital.

Aquellos años en los que viví sin jefe.